Obviamente lo que aparece más abajo no lo escribí yo. Salió publicado en La Nacion.
"To teacher with love” es una canción del año del loli y trata de una chica enamorada de su maest
ro; no recuerdo si ella le dejaba todos los días una manzana en su escritorio o si él le sacudía la falda tableada sucia de tiza, mientras ella languidecía porque el profe se levantaba de pronto y decía: “This is impossible”, y tenía que correr al baño a hacer algo “forbidden” pero liberador. Entonces, la chica se quedaba sola y sus compañeras le gritaban “let’s go to play”, y ella decía que no, que prefería quedarse en la sala dibujando corazones rojos con iniciales y flechas. La canción también habla de libros y otros detalles poco interesantes, lejanos a la pedofilia.
Todas nos hemos enamorado de los profesores y más de una vez quisimos que aquel maestro sabio y de mirada aguda nos enseñara más que el pretérito pluscuamperfecto del verbo amar y mucho más que la novela “El niño que enloqueció de amor”. Yo enloquecí por El Taza, el profe de física. Le decían así porque una de sus orejas era más pequeña y el lóbulo no se había desarrollado como todos los lóbulos comunes y silvestres. Mientras El Taza escribía fórmulas y números en la pizarra, yo soñaba que bailaba con él y poco a poco llegaba a su lobulito y con la punta de la lengua le hacía unos cariños consoladores, yendo y viniendo, por aquí y por allá, la lengüita escolar fragante a chicle de menta. El corazón de El Taza, entonces, bombeaba a mil por hora y otros órganos hacían lo mismo, y yo admiraba su maquinaria perfectamente bien organizada, y no sé por qué recordaba las clases de Revolución Industrial, la materia esc
rita con letra minúscula en el muslo, el jumper demasiado corto con una basta corcheteada. El Taza era tan lindo, a pesar de que todo el mundo lo odiaba porque ponía puros dos; hasta su maletín de cuero rasposo me gustaba y, cada vez que podía, le dejaba un anónimo en sus bolsillos externos. Aquellas cartas eran francas declaraciones de una adolescente que ya veía el mundo de otra manera: Tacita rica, hoy no le entendí nada, pero le juro que sería Einstein con tal que me besara a la salida del colegio. Taza mía, mis compañeras se burlan de usted, pero yo no. Amo su oreja y me encantaría que usted amara la mía. Se la doy toda entera, haga lo que quiera con ella, con tal de sentir ese escalofrío exquisito aquí en la nuca y esas sensaciones extrañas que parece que fuera a explotar. Profe Taza, hoy soñé con usted; siempre sueño con que tú, bah, perdón, usted, viene y… no sé… me da vergüenza decírselo… bueno, que usted viene y me hace el amor…, ya, lo dije, sí, me hace el amor arriba del escritorio, en la sala de clases, cuando todas las tontas salen a recreo a hablar de espinilludos y fiestas.
El Taza descubrió quién era la que le mandaba los anónimos, pero no me humilló frente al curso. Señorita Giardinetti, dijo, usted necesita con urgencia clases particulares. Venga a mi casa hoy por la tarde. Yo no fui y me eché el ramo.