La vida al interior de un gimnasio es muy freak. Viejas con hot pans, el tipo que se jura mino y no tiene ninguna gracia, el gordito simpático, los obsesivos por el deporte y están horas y horas tras las máquinas, aquellos que se miran los biceps mientras hacen pesas, los que solo van a hacer amistades y muchas otros tipos de personas.
En mi gimnasio, el Physical, que está en Colón casi al llegar a la rotonda Atenas, se concentra un sinnumero de personalidades, lo que veo y analizo mientras camino en la trotadora. ¿El más freak? dos hombres (que no se venden por separado) se pelean por una profesora del gym. Se llaman José y Tomás (nombres ficticios para que no me demanden). José: alto, flaco cara simpaticona y al parecer trabajador. El otro: medio pintamono, bajo, con cara de abacanao, al parecer sin pareja y terriblemente acumulado porque en una fiesta dio jugo como loco.
Bueno, la cosa es que ambos se pelean a la profe. La galantean, la abrazan cariñosamente, le hacen regalos y la acompañan sagradamente en sus clases. ¿Y a cuál prefiere ella? No lo sé. Al parecer a la niña le gusta el jueguito ya que se deja querer y por lo que veo, demás que le gustaría andar con los dos....así, tal cual Doña Flor.
En cuanto a mi, desde el día que pisé el gimnasio - de eso hace ya unos tres meses- fue fatal. No sólo porque me di cuenta que no tenía ninguna pilcha cómoda para hacer deporte sino porque, además de parecer prieta con esa polera azul, mi estado físico dejaba mucho que desear, según mis registró hace más de tres años que no movia ni un músculo ni menos había hecho un abdominal.
En mi primera clase de body fitnnes no podía seguir el ritmo, me movía a la derecha cuando era a la izquierda y así vice versa. Con mi orgullo herido por el espectáculo decidí que primero tenía que recuperar la resistencia y partí a la máquinas a caminar 20 minutos y el mismo tiempo en la bicicleta.
Hoy estoy feliz, pese a que no he bajado ni un gramo ahora la clase la hago entera.